Hiberno mi ojo
en un frasco de mermelada limpio.
Lo deposito como a un pez,
como a un insecto,
como a una semilla que pretende germinar
una nueva primavera,
o una nueva piel.
Lo guardo del invierno
tras el espesor de un vidrio
Lo instalo aislado,
en la seguridad de los cristales
como a un niño indefenso
Lo desintoxico de aquella última imagen
retenida en mi mirada.
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