El frìo de la mesa
hielan los huesitos hùmedos del àngel
Que traiga una màscara de hierro
el zapato temeroso de la visitante
El ojo se me inclina buscando el cielo,
ànima de mi sal que no se derrame
sobre el despojo de sus telas.
Ay ! como quisiera arrancarme la lengua
y regalàrsela
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