Hay un muerto en mì
que me crece cada abril
que me crece cada abril
y acampa sobre mi lengua.
Trae consigo las piedras de ayer
con ese aroma propio
de la sangre rota.
Cada otoño
lo hago huésped de mis manos,
cubro el cielo de palomas negras
y con làgrimas calientes
remuevo las rocas
que amontoné sobre mis ojos.
remuevo las rocas
que amontoné sobre mis ojos.
Luego,
lo invito a partir
No hay comentarios:
Publicar un comentario