No necesita de la lengua
para desovillar mis ventajas,
el ojo le interpreta
lo que vuelca en el mantel.
Cuanto haya detràs de sus pestañas
es un pequeño mar,
una gota que ahoga mis peones.
Puedo permanecer inmòvil
ahì donde una làgrima
juega equilibrios
y que su nariz
sea el fin del mundo;
el mìo.
Me gusta esa forma tuya de geografía en miniatura de los rostros, de las pestañas, de cada pequeño -aparentemente- detalle de los gestos.
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