El hombre se sienta al piano
y canta la casa de las casas
y me lleva a creer que la entrada
es una escalera en blanco y negro
que èl persigue con sus dedos
Con polvo de algodón en las costillas,
aligera azúcar negra
en los codos de la sala
El ritmo sube el aire
llevando el espíritu de la polilla
y lo respiro.
Veo su risa,
aunque no sé de su mente.
Me entero de su muerte,
aunque no conozca sus labios.
En un traje negro pone un ojo abierto
y bebe el licor de los dèbiles
con su pie cerrado
El viento se está colapsando fuera de sus palmas
tan bonito en una maleta, tan libre en sus barridos
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