Enemisto mis labios
al abrir el pozo
donde mis besos caen de a uno
No hay suelo firme
que sostenga la tragedia
de mis besos suicidas.
Descubro
que mis azulejos
son acaso rostros encarcelados
a la espera de un nombre
que los libere.
Que sea el tuyo,
sería un milagro,
el mío, el nuestro.
Precioso, precioso, precioso... Estaría muy bien que tus besos no se suicidaran. Los milagros a veces se producen, sólo hay que convocarlos, y tú lo has convocado.
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