viernes, 28 de junio de 2013

De vidrios mojados

La música de los cristales
me inquieta tanto
como el latido de una lágrima.

Qué dice de mí aquel escaparate,
 qué dice de mi aquel ojo
que rueda en su versión líquida
hasta las puntas de mis pies.

Tengo tantas ventanas
como miradas tengo
y tengo tantas muelas
como silencios,
tantos pinceles color lavanda.

No hay quien pueda enseñarme
a socorrer el enfado de las nubes,
no hay quien sepa traducirme
el llanto a piedra de un celeste
 Ni quien pueda acariciar
 este dolor de vidrio
que me habita sin permiso.

Mi vestido es la noche,
siempre es noche
y a la noche es cuando muero
mi cuerpo desnudo
de algún mediodía.

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