martes, 10 de septiembre de 2013

Treinta y dos, pasadas las doce

Habré ayunado más de un siglo
son las doce
y el reloj no miente

Mi hambre no se despierta
si no le echo alarma
son las doce y tres,
y el reloj no corre

La sed es la sonámbula
nace de su propia vagina
son las doce y cinco,
el reloj no muere

Ayuno al hambre
a la sed, me alimento.

Era casi gritar
en esta ciudad no hay gallos
dar a luz es la medida de tu ron
que tiembla el vaso
al grito de parto de las manivelas

son las doce y diecisiete
y veinteocho
treinta y dos, pasadas las doce.

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