Hay un carruaje sentado
sobre los metiches
al final de un beso.
Una mùsica rota gira inquieta
en un disco de plata
y los peces se cuelgan del cartel que vi.
El techo es la entrada de las siete letras,
cuando los vidrios se comen a la luna
cuando cae el frìo a cuentagotas
con sus ruidos inmunes
sobre la noche cruel.
Realizado junto a mi hijo.
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