miércoles, 25 de julio de 2012

Anochecidamente

Era hora de devolver
 mi abrigo al perchero,
 mi sombrero a la mesa,
mi espacio simétrico
al corazón de la sala.

 Habia recién
tanta calle bajo mis pies
y mis zapatos
solo parecían reconocer
el camino hacia la casa.

Fue entonces
cuando mi reloj marcó las siete;
y todas la tarde se puso vieja
aún temprano.

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