miércoles, 1 de junio de 2011

Pecho agujereado.



El frío entero cae sobre el temblor de los pies
cuando andamos descalzos por la herida del mundo.

Una madre permanece despierta en el llanto de su niño
Gota sobre gota,
tremenda inundación de propios castigos
que provoca el naufragio de las esperanzas.

No se predica la mansalva de perdices
de un cuento de infancia 
que suele dejar la luz abierta para morir la noche,
si la sombra bajo la cama se agiganta
y toma en su mano
una tijera con sello en griego.

El porvenir de la vida
es el recado siniestro
en los picos de los cuervos.

Un misterio es la imagen del visitante sin rostro
que lleva un cordón para atar a esos pájaros
Una masacre es la figura de un donante silencioso
de quien nadie pronuncia el nombre.

Perdigones que agujerean el pecho
como un malón de palabras que no hacen más que sangrar
la tuerta cobardía de un silencio.

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