Veinticinco fresas para armar tu otoño,
y un abril que muere tras beber
la indeferencia de mis talones.
Ven, cubre mi mayo con rojas hazañas,
y mi vientre será tu mesa
y mi mesa será tu esclava.
Consiente mi curiosa singularidad,
dime quien domina la sed de tus polillas
y prometo encender cientos de velas
en los huecos de mis manos
para no dejarte
nuevamente a oscuras.
Apasionado, apasionante...
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